En esta vivienda señorial del Ensanche de Valencia, la intervención parte de un ejercicio de reducción y síntesis. Un pasillo largo y oscuro marcaba la distribución original, segmentando el espacio sin aportar valor. La respuesta arquitectónica no ha sido solo acortarlo al máximo, sino diluir sus límites convirtiéndolo en un elemento integrador.
Antes contenida, la búsqueda de la luz se convierte en un elemento estructurador del proyecto. La eliminación de barreras permite que se deslice sin restricciones, alcanzando estancias antes ensombrecidas. Su interacción con la madera matiza las texturas y refuerza la percepción de continuidad espacial. La alternancia entre luz y sombra define la profundidad del espacio, transformándolo con cada cambio de intensidad, estando en constante diálogo con el habitante.
Toda la distribución se estructura a partir de dos volúmenes de madera, que funcionan como únicos elementos articuladores. Con una sola operación, la vivienda se ordena sin necesidad de puertas ni muros innecesarios. Esta búsqueda de esencialidad se traslada también a la elección de materiales: un trabajo de síntesis y depuración que prescinde de lo superfluo y deja solo lo imprescindible.
El resultado es una vivienda fluida, en la que el espacio se percibe como un continuo, y donde la arquitectura no impone barreras, sino que experimenta con la transición entre lo privado y lo compartido